Mario Roberto Morales
Los contenidos curriculares de la educación bilingüe intercultural y las políticas culturales para un país en el que conviven, articulándose, múltiples diferencias y énfasis culturales, vienen ocupando en estos días a buena cantidad de indígenas y ladinos. Desconozco el curso seguido por las discusiones colectivas al respecto, y desconozco asimismo los resultados que esos trabajos hayan ido arrojando a la fecha. Confío en que la adopción del criterio de la interculturalidad por encima del de la multiculturalidad, que se observa a simple vista en el discurso de quienes se ocupan de estas cosas, esté prevaleciendo en la discusión y formulación de contenidos curriculares y políticas culturales.
El multiculturalismo no es un criterio operativo útil para pensar y solucionar las conflictivas relaciones interétnicas guatemaltecas, porque se basa en la magnificación de las diferencias culturales a fin de que las minorías étnicas disputen cuotas de poder segmentado y aislado, a un sujeto racial y culturalmente dominante para quien el mestizaje es una anomalía en la sociedad homogénea que domina. Es el caso de Estados Unidos. Pero en sociedades en las que el mestizaje no es un fenómeno adyacente y secundario, sino que constituye el elemento central que dinamiza las relaciones interculturales e interétnicas (de suyo conflictivas), el criterio para elaborar políticas culturales y contenidos curriculares de educación bilingüe debe ser el de la interculturalidad, porque, como su nombre lo indica, ésta es una categoría que expresa un perenne movimiento relacional entre etnias y culturas, por medio del cual éstas entran en relación otorgándose sentido mutuamente, ya sea por aceptación o rechazo, por inclusión o exclusión. En tal sentido, es imposible imaginar una Guatemala sin indígenas o sin ladinos. Y mucho más aventurado resulta tratar de impulsar políticas tendentes a magnificar las diferencias por encima de sus articulaciones mestizas, con el fin de que el país se torne completamente indígena (o maya ) o completamente ladino. Por todo, el mestizaje es el vértice en el cual debemos ubicar nuestro punto de vista analítico a la hora de pensar el país y sus políticas culturales y contenidos curriculares educativos.
Ya se sabe que cuando hablamos de mestizaje no estamos hablando de la mezcla feliz y del sujeto mestizo homogeneizado y sin diferencias conflictivas. Estamos hablando de un mestizaje precisamente intercultural, en el que las diferencias existen y deben ser respetadas, y a las que se les deben otorgar derechos culturales para su libre ejercicio, tanto en su diferencia como en la articulación mestizada de sus diferencias. Esto nos lleva a que el mestizaje intercultural debe ser otro de los criterios para elaborar políticas culturales y contenidos curriculares. Estas deben arrancar del criterio de que aquí todos somos mestizos, los indígenas y los ladinos, y que nuestros mestizajes acusan diferencias entre sí, énfasis diversos que están determinados por la clase, el sexo y la etnia del individuo en el que la articulación de las diferencias se opera.
Otro criterio fundamental que debe estar en la base de estas elaboraciones es el de la erradicación de nociones esencialistas acerca de la etnia, la cultura y la identidad, que postulan pueblos escogidos y destinos manifiestos que llevan a nefastas prácticas fundamentalistas de intolerancia y violencia interétnica.
Finalmente, el criterio que debe guiar la operatividad de las políticas culturales y de los contenidos curriculares es el de la negociación interétnica. Una negociación en la que necesariamente la ladinidad debe ceder espacio hegemónico a los indígenas con el fin de democratizar el país étnica y culturalmente, y lograr así unas relaciones interétnicas armónicas en las que las diferencias no se borran, sino conviven sin discriminaciones.
EEUU, enero del 2005.