Rodrigo Pérez
Yesterday, all my troubles seemed so far away
Now it looks as thought they´re here to stay
Oh I believe in yesterday…
Now it looks as thought they´re here to stay
Oh I believe in yesterday…
El primer intercambio de miradas fue en Mazatenango. Ella estaba por graduarse de Maestra y no cumplía aún los dieciocho; yo estaba en plenos dieciséis y mis intereses oscilaban entre los Beatles y el poema 20 de Neruda, sin hacer demasiadas concesiones con lo de en medio.
Coincidimos en la ruleta de la vida para una excursión a las tierras altas de occidente: Quetzaltenango. Prescindo de su nombre por razones obvias; ella está casada, y uno nunca sabe, con lo celoso de nuestro cavernario país. Prefiero ir directamente a los hechos: recuerdo con exactitud sensual cuando su mano tocó mi nariz helada en la puerta del Museo, aduciendo que la tenía roja por el viento. Veinte minutos después el parque Paco Pérez nos impactó, al punto de separarnos del montón y atraernos a la claroscura caminata por las gradas del puente.
La única tragedia hasta entonces era estar asignados a buses diferentes (“las niñas del Colegio en un bus y los del Técnico en otro”). Pero eso no me detenía en mis impulsos: en las paradas que se hacían me le acercaba con cualquier pretexto. Ella me miraba a ratos como a un niño necio, especialmente cuando me ponía a hablar de música. Entonces era muy tímido y no me atrevía a plantearle las maravillas sentidas por mí desde su advenimiento a mi vida. Los largos trayectos de autobús me obligaban a reconstruirla en la ventana e imaginarla en cada árbol, casita o puente por donde la carretera nos llevaba.
En Totonicapán me pregunté cuál sería la hora correcta para declarármele y me pasó por la mente la duda de si habría o no un tiempo para nosotros. Eso mismo volví a pensar cuando regresamos a Mazatenango y con un apretón de manos ( mi timidez no permitía el beso en la mejilla) nos despedimos.
Varias noches en el internado me dormí inventando una historia de amor con ella. El hecho de disponer de poco dinero no afectó mi entusiasmo: estar a su lado cumplía con creces mis necesidades. Una noche lo decidí: el fin de semana me iba a jugar el todo por el todo. La invitaría a la única discoteca que funcionaba los fines de semana. Por mi militancia en un grupo de “estudiantes”, no era partidario de ir a discotecas. Si lo hice fue para estar con ella. No sé de dónde saqué valor para lanzarme, pero poco antes de la medianoche —cual Ceniciento— la invité a bailar. Con tal de no perder contacto, me plegué al ritmo de los Bee Gees y los Commodore, no importaba si no eran de mi agrado, lo que importaba era sentirme pegado a su piel. Pude percibir su olor, la suave textura de su piel, la verticalidad danzante de su espalda y, a media canción, su mejilla pegada a la mía. Estuve a punto de besarla; yo sé que ella lo sintió. Mas no me atreví. Me pesó demasiado el horror a las bromas de los compañeros del internado; mi pavor al rechazo.
Why she had to go
I don´t know, she wouldn´t say
I said something wrong
Now I long for yesterday
I don´t know, she wouldn´t say
I said something wrong
Now I long for yesterday
Me arrepentí de esa horchata sanguínea el resto de mi estadía en Mazatenango. Durante algunos años no volvimos a vernos más que esporádicamente. Queen murió de la mano de Fredy Mercury, los Beatles resucitaron para siempre y la música disco fue suplantada por la despreciable techno.
Inesperadamente, el lunes vino a verme a la empresa donde laboro y conversamos un rato. Yo tenía una reunión ese día y la postergué hasta donde pude: la plática era tan exuberante que no me hubiera gustado suspenderla por ningún motivo. No insinúo que el sentimiento era el mismo de antes; es más correcto hablar de una magia intacta, conservada en mi álbum espiritual de fotografías.
Cuando nos despedimos, volvimos a prometernos como siempre llamarnos la próxima semana para seguir la charla. No lo haremos, por supuesto. En mi oficina emborroné unos versos:
Llegó la noche
la luna de Xelajú brilla
Me acerco a la ventana
y observo…
Tras un cristal frío, que sólo me permite
ver
la oscuridad…
Intento vislumbrar una silueta
pero es imposible descifrar qué es…
Sigo observando…
El frío de los años
ha enmohecido mi corazón
intento mantenerlo vivo
pero se resiste a vivir…
Con un grito silencioso le pido:
que me deje sentir
!Él duda…
Recuerdos... melancolías
Saudades...
los recuerdos se entremezclan
y el frío se va tornando caliente.
Intento no llorar…
Pero las lágrimas brotan de mis ojos
Intento olvidar el pasado
y vivir el presente
vuelvo a sentir la primavera
y la oscuridad se convierte en luz
consigo verla…
La llamo, pero no me oye
el grito silencioso de mi voz
no me permite hablar…
las lágrimas marcan mi cara
la pierdo….
¿Dónde estás?
Comprobé con nostalgia que el beso en sus ojos, ese beso que no fui capaz de darle en esa discoteca, día y noche va en mí.
Comprobé con nostalgia que el beso en sus ojos, ese beso que no fui capaz de darle en esa discoteca, día y noche va en mí.
...Yesterday, love was such an easy game to play
Now I need a place to hide away
Oh I believe in yesterday.
Now I need a place to hide away
Oh I believe in yesterday.