Luz Negra
(fragmento)
PRÓLOGO
Obscuridad. O luz total.
Entra El Hombre. Le han cortado la cabeza y tiene las manos atadas a la espalda. Dice un monólogo – que podría igualmente llegar del espacio – con el tono propio de quien pronuncia una parábola. Sufre; mas, dentro del sufrimiento, se adivina un gozo que, con todo, no nos convence. Se mueve con una floja, lenta naturalidad. O permanece quieto.
Un silencio antes de comenzar.
El verdugo afila una vez más – la última vez – el hacha. Yo aprieto mis dedos por el frío y porque, con esa preocupación profesional suya en los detalles, el verdugo evidencia que intuye lo que en mí es ya certeza: que el condenado es él. Que yo soy el verdugo.
Ahora subo, paso a paso, los escalones del cadalso. Lo hago lentamente, morosamente, no sólo porque llevo atadas las manos a la espalda, sino también porque, con esta lentitud y morosidad, sufre el verdugo; es decir, mi víctima. Me detengo arriba y veo, en redondo, los ojos ávidos de la multitud. Yo puedo ver ese paisaje cara a cara; el verdugo, pese a la negra máscara que grita su identidad, sólo puede verme a mí.
Y tiembla. Estoy seguro de que tiembla. Necesita, para disimular sus estremecimientos, sujetar duro el hacha.
Cuando apoyo el mentón sobre la casta superficie de madera, el verdugo levanta el filo y lo descarga con un supremo esfuerzo, sin pausa ni tardanza. Mi cabeza rueda, y se desploma mi cuerpo; pero su esfuerzo me redime a mí, y esclaviza para siempre a mi víctima.
El verdugo mira mi sangre, y yo clavo los ojos en el cielo.
PRIMER CUADRO
(Nota del Editor:Extracto)
MOTER
(Abruptamente) ¡Shssss!
Entra el hombre que acompañaba a la muchacha. Observa a los dos; luego cubre con un pañuelo la cabeza de Moter, ocultándole la cara. Se persigna y sale por donde entró. Tiempo.
GOTER
Se ha ido.
MOTER
¡Maldición! Me ha puesto un pañuelo sobre la cabeza, y oculta mis ojos.
GOTER
¿Un pañuelo?
MOTER
Sí, el muy estúpido.
GOTER
Acostumbran cubrir los cuerpos.
MOTER
Ya lo sé; pero ¡maldita la gracia que me hace!
GOTER
¿Te molesta respirar?
MOTER
No respiro.
GOTER
Es verdad.
MOTER
Me molestan su perfume y su tejido; son ordinarios. Y me impide ver; sólo percibo el resplandor blanquecino de la luz.
GOTER
No temas; debes tener fe.
MOTER
¡Tener fe! La fe es miedo.
GOTER
Al menos, las moscas no te molestarán.
MOTER
De todas maneras, las siento arrastrarse por el pañuelo y oigo el ruido de sus alas.
GOTER
Es una ventaja. A mí se me paran en la nariz; cuando tocan mis párpados, es insoportable; pestañeo rápido para ahuyentarlas; pero ellas son inteligentes y ya descubrieron lo que soy y lo que puedo.
MOTER
Proyecta tu labio inferior y sóplalas.
GOTER
(Prueba) Es difícil.
MOTER
No tanto. Yo lo hago desde hace mucho; casi desde el principio.
GOTER
Entonces había público; estaba llena la plaza, y lo habrían notado.
MOTER
Cuando la gente se fue; cuando quedamos solos.
GOTER
Al irse la gente comenzaron a llegar las moscas, como cuervos sin esqueleto.
MOTER
La gente trajo las moscas.
GOTER
Las moscas llegaron después.
MOTER
Las trajo el pueblo. Siempre tiene moscas.
GOTER
¡Vaya manera de pensar!
MOTER
Es asqueroso… Miles de ojos se clavaron en mí, y hubieran querido quemarme vivo.
GOTER
Te odiaban.
MOTER
Tal vez… Cuando te trajeron a ti, tuve tiempo de examinar mejor las reacciones del populacho.
GOTER
¿Qué viste?
MOTER
Lo mismo. Cuando tú llegaste, los ojos también se clavaron en ti…
GOTER
¿Cómo me miraban?
MOTER
Con odio. Te miraban con odio… Cada empellón que te daban los guardias, el populacho lo celebraba con un coro de rugidos. ¡Nunca vi gente tan satisfecha!
GOTER
¡No era satisfacción!
MOTER
¡Era satisfacción! La gente estaba contenta de observarte pálido, temeroso, los ojos desencajados. Los más cercanos al patíbulo se paladeaban de gusto al verte con la boca seca por el miedo.
GOTER
Yo no tenía miedo.
MOTER
Me pareció que era miedo. Tú sabrás. La gente creyó lo mismo y por eso gozaba. El pueblo es sádico…
GOTER
No es cierto.
MOTER
No sólo es sádico: también es masoquista. (Pausa breve) Es duro a estas horas reconocer nuestra propia estupidez… ¿Lloras?
GOTER
(Se esfuerza por ocultarlo) No; no lloro.
MOTER
Nos ajusticiaron juntos porque el pueblo creyó que un idealista y un ladrón son la misma cosa y que, por tanto, merecen la misma pena. Si un guerrillero triunfa, es un héroe; si le capturan en la montaña, es un asaltante y lo ejecutan…
GOTER
No sigas.
MOTER
Quizás tengan razón. Algo más que usar nombres falsos hace iguales a un revolucionario y un ladrón vulgar. El pensamiento es un robo… Cortar cabezas es hacer justicia.
GOTER
No fue justicia.
MOTER
En todo caso, fue su justicia; así la llaman: “Justicia”, con mayúscula. ¿Leíste la hoja suelta que hicieron circular en la plaza a la hora de las ejecuciones?
GOTER
No.
MOTER
Allí lo decían… Esos papeles ensangrentados que están en el suelo, lo dicen: es la justicia la que nos cortó la cabeza…
GOTER
La justicia es ciega.
MOTER
Ni siquiera es tuerta: puso bien el filo. Y nos ataron en la Plaza para que quedara constancia en cada ojo, para que tomaran ejemplo, para enseñar que el crimen no paga, que robar se castiga con la muerte…
GOTER
Yo no robé.
MOTER
…Que pensar se castiga con la muerte.
GOTER
Eres cruel.
MOTER
Nuestra muerte fue un espectáculo. O, mejor aún, una clase, una clase para párvulos. El pueblo aprende así que es malo robar, que es malo pensar… Esa es la ejemplaridad; yo nunca pensé en la muerte al momento de delinquir. Por el contrario, sentí siempre, cuando estafaba, una especie de fruición, de placer sensual. Yo, el delincuente, sé bien lo que digo: como pena, la muerte es un mito, una estupidez. Más todavía: es una coronación. El criminal llega a la cima de su carrera cuando es condenado a muerte. Es entonces cuando su papel de villano se transforma en papel de héroe. Todos hablan de él; los periodistas lo entrevistan, y los niños juegan al condenado y al verdugo: hachas de madera cortan cabezas infantiles… Pero si yo, como criminal, sentía un placer sensual al delinquir, el juez, el verdugo y el público sienten, cuando es ejecutada la pena, un placer mayor, un placer sexual…
GOTER
(Silba una tonadilla)
MOTER
¿Porqué silbas?
GOTER
Para no oírte. ¿Acaso te molesta?
MOTER
No es que me moleste; pero no está bien.
GOTER
Vamos, el trance no es tan amargo.
(Goter silba y Moter sopla el pañuelo)
MOTER
¿Ves cómo si tienes miedo?
GOTER
¿Qué te hace creer eso?
MOTER
Porque silbas. Uno hombre silba sólo en dos circunstancias: cuando esta contento y cuando tiene miedo. Tú no estás contento.
GOTER
Podría estarlo.
MOTER
No lo estás…
GOTER
Es inútil fingir: no estoy contento. Y sé que tampoco lo estás tú.
MOTER
Podría estarlo
GOTER
No lo estás
MOTER
Y tú, ¿cómo lo sabes?
GOTER
Porque hablas. La palabra la usan los charlatanes y los profetas, los convencidos y los estafadores…
MOTER
Yo soy un estafador.
GOTER
Eres un muerto.
(Pausa)
MOTER
¿Dónde moriste, Goter?
GOTER
No sé; ¿y tú?
MOTER
Tampoco lo sé.
Obscuridad. O luz total.
Entra El Hombre. Le han cortado la cabeza y tiene las manos atadas a la espalda. Dice un monólogo – que podría igualmente llegar del espacio – con el tono propio de quien pronuncia una parábola. Sufre; mas, dentro del sufrimiento, se adivina un gozo que, con todo, no nos convence. Se mueve con una floja, lenta naturalidad. O permanece quieto.
Un silencio antes de comenzar.
El verdugo afila una vez más – la última vez – el hacha. Yo aprieto mis dedos por el frío y porque, con esa preocupación profesional suya en los detalles, el verdugo evidencia que intuye lo que en mí es ya certeza: que el condenado es él. Que yo soy el verdugo.
Ahora subo, paso a paso, los escalones del cadalso. Lo hago lentamente, morosamente, no sólo porque llevo atadas las manos a la espalda, sino también porque, con esta lentitud y morosidad, sufre el verdugo; es decir, mi víctima. Me detengo arriba y veo, en redondo, los ojos ávidos de la multitud. Yo puedo ver ese paisaje cara a cara; el verdugo, pese a la negra máscara que grita su identidad, sólo puede verme a mí.
Y tiembla. Estoy seguro de que tiembla. Necesita, para disimular sus estremecimientos, sujetar duro el hacha.
Cuando apoyo el mentón sobre la casta superficie de madera, el verdugo levanta el filo y lo descarga con un supremo esfuerzo, sin pausa ni tardanza. Mi cabeza rueda, y se desploma mi cuerpo; pero su esfuerzo me redime a mí, y esclaviza para siempre a mi víctima.
El verdugo mira mi sangre, y yo clavo los ojos en el cielo.
PRIMER CUADRO
(Nota del Editor:Extracto)
MOTER
(Abruptamente) ¡Shssss!
Entra el hombre que acompañaba a la muchacha. Observa a los dos; luego cubre con un pañuelo la cabeza de Moter, ocultándole la cara. Se persigna y sale por donde entró. Tiempo.
GOTER
Se ha ido.
MOTER
¡Maldición! Me ha puesto un pañuelo sobre la cabeza, y oculta mis ojos.
GOTER
¿Un pañuelo?
MOTER
Sí, el muy estúpido.
GOTER
Acostumbran cubrir los cuerpos.
MOTER
Ya lo sé; pero ¡maldita la gracia que me hace!
GOTER
¿Te molesta respirar?
MOTER
No respiro.
GOTER
Es verdad.
MOTER
Me molestan su perfume y su tejido; son ordinarios. Y me impide ver; sólo percibo el resplandor blanquecino de la luz.
GOTER
No temas; debes tener fe.
MOTER
¡Tener fe! La fe es miedo.
GOTER
Al menos, las moscas no te molestarán.
MOTER
De todas maneras, las siento arrastrarse por el pañuelo y oigo el ruido de sus alas.
GOTER
Es una ventaja. A mí se me paran en la nariz; cuando tocan mis párpados, es insoportable; pestañeo rápido para ahuyentarlas; pero ellas son inteligentes y ya descubrieron lo que soy y lo que puedo.
MOTER
Proyecta tu labio inferior y sóplalas.
GOTER
(Prueba) Es difícil.
MOTER
No tanto. Yo lo hago desde hace mucho; casi desde el principio.
GOTER
Entonces había público; estaba llena la plaza, y lo habrían notado.
MOTER
Cuando la gente se fue; cuando quedamos solos.
GOTER
Al irse la gente comenzaron a llegar las moscas, como cuervos sin esqueleto.
MOTER
La gente trajo las moscas.
GOTER
Las moscas llegaron después.
MOTER
Las trajo el pueblo. Siempre tiene moscas.
GOTER
¡Vaya manera de pensar!
MOTER
Es asqueroso… Miles de ojos se clavaron en mí, y hubieran querido quemarme vivo.
GOTER
Te odiaban.
MOTER
Tal vez… Cuando te trajeron a ti, tuve tiempo de examinar mejor las reacciones del populacho.
GOTER
¿Qué viste?
MOTER
Lo mismo. Cuando tú llegaste, los ojos también se clavaron en ti…
GOTER
¿Cómo me miraban?
MOTER
Con odio. Te miraban con odio… Cada empellón que te daban los guardias, el populacho lo celebraba con un coro de rugidos. ¡Nunca vi gente tan satisfecha!
GOTER
¡No era satisfacción!
MOTER
¡Era satisfacción! La gente estaba contenta de observarte pálido, temeroso, los ojos desencajados. Los más cercanos al patíbulo se paladeaban de gusto al verte con la boca seca por el miedo.
GOTER
Yo no tenía miedo.
MOTER
Me pareció que era miedo. Tú sabrás. La gente creyó lo mismo y por eso gozaba. El pueblo es sádico…
GOTER
No es cierto.
MOTER
No sólo es sádico: también es masoquista. (Pausa breve) Es duro a estas horas reconocer nuestra propia estupidez… ¿Lloras?
GOTER
(Se esfuerza por ocultarlo) No; no lloro.
MOTER
Nos ajusticiaron juntos porque el pueblo creyó que un idealista y un ladrón son la misma cosa y que, por tanto, merecen la misma pena. Si un guerrillero triunfa, es un héroe; si le capturan en la montaña, es un asaltante y lo ejecutan…
GOTER
No sigas.
MOTER
Quizás tengan razón. Algo más que usar nombres falsos hace iguales a un revolucionario y un ladrón vulgar. El pensamiento es un robo… Cortar cabezas es hacer justicia.
GOTER
No fue justicia.
MOTER
En todo caso, fue su justicia; así la llaman: “Justicia”, con mayúscula. ¿Leíste la hoja suelta que hicieron circular en la plaza a la hora de las ejecuciones?
GOTER
No.
MOTER
Allí lo decían… Esos papeles ensangrentados que están en el suelo, lo dicen: es la justicia la que nos cortó la cabeza…
GOTER
La justicia es ciega.
MOTER
Ni siquiera es tuerta: puso bien el filo. Y nos ataron en la Plaza para que quedara constancia en cada ojo, para que tomaran ejemplo, para enseñar que el crimen no paga, que robar se castiga con la muerte…
GOTER
Yo no robé.
MOTER
…Que pensar se castiga con la muerte.
GOTER
Eres cruel.
MOTER
Nuestra muerte fue un espectáculo. O, mejor aún, una clase, una clase para párvulos. El pueblo aprende así que es malo robar, que es malo pensar… Esa es la ejemplaridad; yo nunca pensé en la muerte al momento de delinquir. Por el contrario, sentí siempre, cuando estafaba, una especie de fruición, de placer sensual. Yo, el delincuente, sé bien lo que digo: como pena, la muerte es un mito, una estupidez. Más todavía: es una coronación. El criminal llega a la cima de su carrera cuando es condenado a muerte. Es entonces cuando su papel de villano se transforma en papel de héroe. Todos hablan de él; los periodistas lo entrevistan, y los niños juegan al condenado y al verdugo: hachas de madera cortan cabezas infantiles… Pero si yo, como criminal, sentía un placer sensual al delinquir, el juez, el verdugo y el público sienten, cuando es ejecutada la pena, un placer mayor, un placer sexual…
GOTER
(Silba una tonadilla)
MOTER
¿Porqué silbas?
GOTER
Para no oírte. ¿Acaso te molesta?
MOTER
No es que me moleste; pero no está bien.
GOTER
Vamos, el trance no es tan amargo.
(Goter silba y Moter sopla el pañuelo)
MOTER
¿Ves cómo si tienes miedo?
GOTER
¿Qué te hace creer eso?
MOTER
Porque silbas. Uno hombre silba sólo en dos circunstancias: cuando esta contento y cuando tiene miedo. Tú no estás contento.
GOTER
Podría estarlo.
MOTER
No lo estás…
GOTER
Es inútil fingir: no estoy contento. Y sé que tampoco lo estás tú.
MOTER
Podría estarlo
GOTER
No lo estás
MOTER
Y tú, ¿cómo lo sabes?
GOTER
Porque hablas. La palabra la usan los charlatanes y los profetas, los convencidos y los estafadores…
MOTER
Yo soy un estafador.
GOTER
Eres un muerto.
(Pausa)
MOTER
¿Dónde moriste, Goter?
GOTER
No sé; ¿y tú?
MOTER
Tampoco lo sé.