7 mar 2009

Diálogo de bípedos: Luis Valdivieso

Luis Valdivieso:

Cine en Centro América, un ideal posible

Mayra Barraza
ESA


En el renovado Palacio de las Bellas Artes de la ciudad de Santa Tecla, a una vuelta de la sede del exitoso programa de Diplomado en Cine de la Escuela de Comunicación “Mónica Herrera” (ECMH), me reúno -a orillas de un par de cappuccinos y virutas caprichosas de humo de tabaco- a conversar con su director, el cineasta español Luis Valdivieso. De larga trayectoria en “el lenguaje de la imagen” como él lo llama, Valdivieso ha trabajado como Director y Asistente de Dirección en numerosas producciones cinematográficas y televisivas en España. Aquí un extracto de una fluida conversación en la que expone con claridad y pasión sus inicios en el cine, su vinculación con Centro América, las experiencias del Diplomado de Cine y las utopías soñadas y cada vez más cercanas.


Mayra Barraza: Me gustaría comenzar por como te involucraste en cine y algunas de las experiencias que tuviste… que fue además en una época privilegiada en España, ¿no?

Luis Valdivieso: Tan sencillo, lo que pasa es que hace muchos años. Empecé jovencito, a los 17 años. Estamos hablando de finales de los sesenta. Lo que significa que sí, que era una época donde había un movimiento ya fortísimo de oposición hacia el régimen franquista. Lo teníamos muy cercano y muy palpable todas aquellas personas que nos dedicábamos de alguna forma al arte y a la cultura. Fue una etapa realmente maravillosa de ver como conseguíamos preparar en cierto modo el momento en que llegase a morir Franco y estar listos para poder involucrarnos con fuerza y crear una democracia en España.

No me arrepiento de haber vivido esa época que fue de una fuerza impresionante, que además te hacía madurar con mucha mayor rapidez realmente porque estabas involucrado tan fuertemente, en cierto modo tan pasionalmente también, que te convertías en algo mayor de lo que realmente eras, simplemente por las circunstancias.

Fue una época fantástica… y diría que mi entrada al cine fue una entrada de pasión y no me equivoqué. En ocasiones te dicen, cuidado con la pasión que te puede perder, ¿no? A mí la pasión me encontró. Fue un gran acierto en mi vida haber dado ese paso a una edad que no es fácil tener claro lo que uno quiere, en una sociedad en la que, por supuesto, se incluía mi familia que era bastante opuesta a pensar en que alguien cercano se pudiera meter en una profesión que en aquella época todavía era de sinvergüenzas, de putas, de maricones y todo esto.


MB: Me imagino que de esa decisión tuviste mucha retroalimentación al ver las posibilidades de lo que estabas haciendo en los proyectos de los que estabas formando parte.

LV: Y la retroalimentación anterior también, no solamente dentro de la profesión… Recuerdo que habían bastantes ocasiones que no iba a las clases del colegio y me metía en una sala de cine toda la mañana entera.


MB: ¿Todavía faltas a clase para ir a meterte al cine?

LV: Muchísimo menos. Además, antes elegía pero no tanto, ahora elijo mucho más. Porque claro, lo que yo no podía era esperar hasta los 21 años que es cuando podías optar a entrar a la Escuela de Cinematografía en dirección que era lo que yo quería. Tomé la decisión de buscármela de alguna forma y me introduje en la profesión por medio de algunas amistades y empecé de meritorio a los 17 años en una película de terror que se llamaba “El hombre que vino de Ummo”.

A los 3 años di el salto a primer asistente que es en el cine una responsabilidad altísima, ya que es la mano derecha del director pero además el organizador general de todo. Para mi fue un placer ser asistente de dirección de Joseph Losey. Él fue el que me dijo, “tú tienes que dar el paso a dirigir”. Al año, con 29 años, dirigí mi primer largometraje que se llamaba “Habibi” en coproducción con Italia y a partir de ahí se fue desarrollando mi carrera.


MB: Desde el trabajo que estabas haciendo allá, ¿cómo te involucras con Centro América?

LV: Me involucra el cine. En el año 88 exactamente me llaman para ver si me interesa entrar en un proyecto que ya estaba aceptado por la TVE, que era hacer una película en Nicaragua sobre Sandino dirigida por el chileno Miguel Litín.

Para mí fue un encuentro en Nicaragua completamente nuevo, muy fuerte. Ahí me entró otra pasión. Cuando yo regreso a España y pongo un pie en el aeropuerto de Barajas me pregunto: ¿Qué coños estoy haciendo yo aquí? Tenía ya un contrato para dirigir una serie norteamericana de 22 capítulos en Cataluña en el 91, pero me dije mientras que la hago, me voy a cubrir por las espaldas y cuando acabe esta serie haré un paro e iré a hacer algo a Nicaragua, que era lo que conocía.

Luego pierde el Sandinismo y entra Violeta Chamorro. Pero me llaman unos amigos y me dicen “fijate que ayer cenando con el rector de la UCA de Nicaragua que donde podrías ser utilísimo sería en la UCA de El Salvador. Porque un proyecto que Ignacio Ellacuría tenía que era poner en marcha un centro de vídeo lo quieren volver a activar”. Me puse en contacto y al final en el año 92 me presento aquí y comienzo a dirigir el centro de vídeo de la UCA.

Me vuelvo a España y regreso nuevamente el 1 de noviembre del 2003… ¿Cómo llego? Llego con la idea de crear un centro de formación para la gente que se dedica a la imagen.


MB: Ese proyecto grande que me contabas anteriormente que habías elaborado, ¿con eso venías bajo el brazo ese 1o. de noviembre? ¿Un proyecto que habías trabajado allá para desarrollar acá?

LV: En enero del 2003 cuando yo decido que volvía, hable antes con el Embajador de España acá y le dije “¿qué tal?, me están pidiendo esto”. Porque además Francisco era un amante del cine tremendo. De hecho yo le conocí a él de antes y siempre relacionado con el cine porque, por ejemplo, siempre se le invitaba a los Goya. Francisco me dice, “tráelo, que buscamos una forma de cómo eso se apoya”.

En base a las peticiones que aquí no había nada, de que efectivamente yo había comprobado que los conocimientos seguían casi iguales que en el 93 y que a la gente que se dedica a eso no se les había dado ninguna oportunidad…


MB: Si, porque es mi impresión que siempre han habido personas trabajando el medio pero que se han desarrollado por su cuenta afuera, ¿no?

LV: Aquí los que realmente han tenido pasión por todo eso se lo han tenido que hacer todo ellos. Hacer todo ellos significa que nunca vamos a poder optar a tener una calidad porque un multiusos en esta profesión no funciona. Se han creado estas individualidades necesarias pero que se convirtieron en burbujas. No había ningún tipo de desarrollo.

En ese momento se intenta ver como se podía mover el proyecto este, se habla con Concultura, pero el proyecto no da pasos. El Embajador de España, Francisco Montalbán, me le mandan para Bolivia así que eso se queda ahí…


MB: Nos lo mandan para Bolivia…

LV: Se desvanece y entra otro embajador encantador pero que veo que no es de su interés el proyecto. Pero un día por un rebote de esos, de esas circunstancias que se dan en la vida, contacto con Hermann Bruch… y en la conversación le veo muy interesado por el cine… y como uno siempre que anda un proyecto así lo anda debajo del brazo, lo saqué y se lo di. Dos meses después me llamó, me dijo “me parece interesantísimo, ven vamos a reunirnos”. Ahí coincidimos y dijimos no nos metamos en el gran plan macro. Desde el punto vista financiero y de recursos humanos planteamos porque no hacer un diplomado para ver la demanda que hay y nos vamos dando tiempo para ir abriendo ese camino. Y efectivamente se le nombra Taller Profesional de Cine y Televisión en Noviembre del 2006 al primer diplomado.

Y este año en enero comenzamos con el tercer diplomado. En los diplomados estamos dando las tres especialidades básicas que son guión, dirección y producción. Entremedias hubo un taller de producción con una convocatoria de proyectos para elegir siete. Y ahí tuve la suerte que a la primera petición que he hecho en mi vida de un programa de cooperación española que se llama ACAP, nos dieran un financiamiento. Entre esos siete más los cuatro de las prácticas del diplomado de este año, hay dos documentales, dos animaciones de ficción y tres cortometrajes de ficción.

Para mí la idea es que este año sea el año en que se cierra el diplomado para que a mediados del próximo año se pueda abrir la carrera de cine y televisión. Esto siempre y cuando no haya ningún tropiezo aunque siempre hay que andar con mucho cuidadito porque cuando te enfrentas a un proyecto como este, lógicamente hay que sumar muchos intereses… El camino esta muy bien, abierto para que lo podamos hacer. La idea es llamarlo Instituto Centroamericano de Cine y Televisión porque se abre para Centro América con un cupo de plazas para cada país.


MB: ¿El Instituto funcionará como parte de la Escuela Mónica Herrera?

LV: Mi agradecimiento a la ECMH es enorme. El que hace de puente pasionalmente con la Escuela es Hermann Bruch. A la Escuela no la puedo dejar pues sería un mal bicho. Lo que pasa que el Instituto debe ser autónomo. Piensa que aparte tendremos un centro de producción para adentro y fuera del Instituto que obedece a una visión muy diferente, pero la ECMH es la madre.


MB: En este proceso de fundación del Instituto me imagino que habrán, aparte de Hermann Bruch y la ECMH, otras personas que están muy involucradas de cerca contigo en el proyecto. Me gustaría que me contaras de algunas de las personas que te han acompañado en el camino.

LV: Mira, esto nunca lo podría hacer solo. Desde un principio tuve junto a mí una muy buena colaboración de Francisco Quezada. Tanto tanto, que le tengo ya como un coordinador de todo lo que significa la producción. Otro pilar importantísimo es la coordinadora Claudia Meyer. Junto a ellos he ido incorporando nueva gente. Tengo un equipo de docentes que esta funcionando muy bien para esto de los diplomados. Francisco se repite ahí como docente de producción, Noé Valladares como docente de guión y Armando Cruz como docente de dirección. He incorporado a gente nueva, Brenda Vanegas, una chica joven que ha estudiado en España cine. Que para mí es uno de los puntos más importantes y te voy a decir porque: La generación que tiene que hacer vivir el Instituto no es la mía es la de ella. Lo que quiero es ir introduciendo gente joven porque son a los que veo en su día teniendo vivo esto. Este año he contratado a una persona para proyección y desarrollo y tengo a una colaboradora extraordinaria que me esta trabajando toda la parte académica y que es una mente maravillosa, Blanca Rubio.


MB: ¿Cómo te imaginas proyectando hacia el futuro, de aquí a quizás unos diez, quince años, el sueño de la escuela de formación superior en cine?

LV: Primero hay una cosa que es vital, este instituto tiene que tener tres particularidades básicas. Primero, que los alumnos que ingresen, sean alumnos que realmente demuestren en su examen de ingreso que están capacitados y apasionados por esto. Lo cual significa que el instituto va a estar abierto a todos, no a los que tengan dinero. Ya nos ocuparemos para los que no tienen recursos de cubrirles con becas siempre y cuando lo demuestren. Eso para mi es prioritario, tanto que si no, no me valdría este Instituto… Las puertas están abiertas a todos los que demuestren que valen. Segundo una enseñanza de altura. Y tercero, abrirles campos laborales. Esto esta dentro de mi utopía. Se tienen que dar las tres, pero si falla una no hay instituto.

A partir de ahí ir abriendo las puertas de una industria cinematográfica que este encajada dentro de la realidad del país. Económicamente, podemos estar hablando de una capacidad para estar haciendo dos o tres películas al año, para hacerlas bien además. También tenemos que crear el mercado centroamericano. Lo que hay que llegar a conseguir es multiplicar producciones de los diferentes países centroamericanos que estén todas incluidas dentro de una misma distribución para que al año se puedan estar mostrando nueve películas de toda Centroamérica.

Esto es la utopía, ¿no? Pero fíjate que estoy consciente de que se puede realmente.

Entonces, cuando yo pase de la esperanza a la realidad, ahí podría estar mi límite, ahí ya podría decir este es el final. A mi me encantaría que fuera pronto, pero no para llegar a mi límite, sino para alcanzar el ideal.