Jardín Botánico
Nunca entenderemos bien lo que cuesta un milagro. Fue necesaria la erupción de un volcán, hace más de dos mil años, para que se formara una laguna en el cráter, y que luego, en 1873 y por la acción de un terremoto, el agua desapareciera por filtración y drenaje; el resultado de este esfuerzo tan dispendioso y lento fue el surgimiento de una fértil planicie cobijada por la chimenea del cráter. Una hermosa parte de esa planicie fue convertida en reserva por una mente previsora, y en el interior de ella se instaló el Jardín Botánico, que para quienes lo conocemos es orquídeas, plantas de otras latitudes, serenidad, pinos, bambúes, descanso, y un increíble y bienhechor silencio para soñar la utopía. A veces extrañamos el galope de un tranvía que nos acerque a sus puertas, pero el milagro permanece entrañable en nuestra agradecida memoria, hasta la siguiente visita. Tanto trabajo de la naturaleza para que los sansalvadoreños nos reconciliemos desde sus jardines con esta ciudad tan necesitada de parques.