“Somewhere over the rainbow, skies are blue…” entona la famosa canción de “El Mago de Oz”, aquella película de 1939 que cuenta el andar de Dorothy por un camino amarillo en busca de la ansiada Ciudad Esmeralda.
Ciudad Esmeralda, Christiania, Paraíso o Edén, las versiones sobre una soñada utopía proliferan en fantasías infantiles, textos antiguos religiosos o filosóficos, literatura, cine y arte. Pero cuando iniciamos la búsqueda de materiales cercanos para este número dedicado a la utopía, buscando –lo confieso- razones para la esperanza, nos encontramos con una distopia generalizada. Quisimos ver en el espejo el ideal reflejado, mas nos encontramos con nuestro propio rostro demacrado.
El poeta René E Rodas lo señala en “El museo de la Nada ”:
«Todo ciudadano tiene derecho a enriquecerse, convertirse en espectáculo, engordar, copular, adelgazar, hacer el ridículo, emparejarse los dientes, portar un arma, siempre que pague sus impuestos y no intente subvertir el orden establecido».
La utopía es literalmente el no-lugar. “No existe” pensarán algunos, mientras otros dirán que si existe, vamos sin embargo en el camino contrario. O eso parecen decirnos tanto Rodolfo Molina en su serie de fotografías digitales “Arquitecturas utópicas” como el fotográfo-arquitecto Andreas Hablutzel, y Jason Flores-Williams en su autorretrato “desde el fin del mundo”.
Curioso, porque es desde el extraño cruce de caminos entre el paisaje, la arquitectura y las artes visuales que surge el campo más fértil para un espacio ideal. En algunos roza la locura, como en Adolf Wölfli, quien creara complejas estructuras mentales en su monumental obra en dibujo. O en Salarrué, cabalgando libremente sobre su imaginación hasta llegar al Paraíso de Xi, para describirnos admirado su hallazgo:
«una pasmosa anastomosis de brazos, piernas, cabezas, sexos y cabelleras, y en la cresta de aquella palpitante estructura del Bien y del Mal, las dos indescriptibles flores del Dolor y el Amor, roja la una y la otra blanca y luminosa.”
En otros, los espacios solo son visibles desde perspectivas absurdas como en las bellas anamorfosis fotográficas del francés Georges Rousse: pequeños paraísos de color que desaparecen al dar un paso en otra dirección.
Y hay más. Están aquellos que, necios en su empeño, siguen creyendo –como pequeños niños dispuestos a tirarse del techo en una noche de luna llena para comprobar que pueden volar- en el amor (Miguel Huezo Mixco), en la educación (Luis Valdivieso), en las posibilidades del trabajo comunitario ( La Fábri-K ), en el respeto a la naturaleza, la necesidad de actuar hoy y ahora, y en la felicidad (Arne Naess).
Para culminar aquí con una nota en alto, hago aquí un insólito coro a dos voces entre las palabras de Naess y la voz de Judy Garland como Dorothy, mirando abrazados hacia el horizonte cual paisaje de Friedrich:
Naess: You should not look hard for happiness.
Dorothy: The dreams that you care to dream really do come true.