15 abr 2006

Álvaro Rivera Larios

La ciudadana del sueño

A Asun



Mi mujer protesta y reclama hasta en los sueños. Anoche soñó que nadaba en una piscina corta, irregular, donde sus brazadas no hayaban acomodo. Se sentía fatal porque le habían cobrado por nadar en una bañera. Y lo que hizo fue hacer lo que hace cuando está despierta y en una situación semejante: reclamar por el mal servicio. No sabe si el encargado de la piscina le devolvió el dinero, pero sí que le puso las cosas bien claras.

Así se las puso a una pareja de policías en la frontera con Guatemala, hace unos años, a raíz de un intento de robo del que salimos con una mochila rajada, pero sin lamentar otra perdida.

Ahí la veo menuda, aguerrida y plantada ante los dos agentes como si fuese más alta que ellos. -¿Le han robado algo señora?, preguntó uno de ellos. No, contesta mi mujer, pero ustedes están aquí para proteger la integridad de nuestros bienes y nuestra mochila está rajada.

A la gente que nos rodeaba le costó comprender que incluso un malogrado intento de robo era agresión y que en la suerte de un objeto de uso tan vulgar, la mochila ni siquiera era de marca, una persona podía delimitar el perímetro de su integridad y sus derechos. Pero si no es nada, dijo una señora en voz baja. Por suerte mi mujer no la escuchó.

Ella es una persona que si ve basura tirada en la calle maldice a la mala educación, pero no se queda ahí. Si tiene tiempo se va a alcaldía y le recuerda al funcionario implicado que ella paga puntual sus impuestos municipales.

Al principio trataba de calmarla, me sentía incomodo con ese talante suyo tan sensitivo. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que vivo con una ciudadana que por reclamar sus derechos ya los reclama hasta en los sueños.