(Bilingual soccer-players’ land)
Verano en España, 1982. Por segunda vez en su historia El Salvador clasifica para una Copa Mundial de fútbol. El marcador en contra: un demoledor 10 a 1. El partido está por terminar. Frente a una pantalla de televisión un joven de 17 años observa cada jugada, ojos llenos de lágrimas, puños apretados.
El protagonista de esta historia se convertiría en un joven ambicioso, y años más tarde en un exitoso empresario radial. Como comentarista en un canal de deportes le tocó narrar las siguientes Copas Mundiales. Daba apresuradas versiones de los comentarios en inglés que enviaba el satélite, versiones en las que no siempre conseguía hacer justicia a las observaciones de los periodistas extranjeros. Apreciaba cada jugada con juicio de conocedor. En silencio lamentaba que su país no formara parte de aquellos campeonatos de gigantes, y que la mayoría de televidentes no entendiera los comentarios en inglés.
La historia y los electores, caprichosos como suelen ser, quisieron que este pujante empresario se convirtiera en presidente de su país. El sueño de transformarlo en tierra de futbolistas de primer orden, en ciudadanos bilingües, estaba ahora al alcance de su empeño.
No tardó mucho en anunciar sus nuevas medidas: impulsaría “políticas innovadoras”, un “ambicioso programa de rescate de la Universidad Nacional” (al cual dio inicio en días recientes con balas de goma y granadas lacrimógenas), un plan nacional de educación que incluyera la enseñanza obligatoria del inglés, “apoyo a la capacitación de maestros en la enseñanza del arte y la cultura” y un programa llamado CampeonES que busca formar deportistas, futbolistas de preferencia, para “estimular el patriotismo y el orgullo nacional”.
“Un país que vale la pena” ha sido uno de los lemas del presidente Saca; en su gestión hemos visto que la apuesta principal es al capital humano. En el rubro exportación tenemos numerosos ejemplos: cientos de contadores, académicos y amas de casa con empleo seguro limpiando oficinas, en los rascacielos de Madison Street, lavando y empacando inmaculadas verduras en las granjas de California, cortando carnes en las prestigiosas carnicerías de Canadá; además de enviar un cuarto contingente de 380 soldados a la guerra de Irak, carne y fuerza humanas con las que Saca paga los favores recibidos por su partido durante el conflicto armado, con tal éxito que sólo unos pocos soldados han muerto.
Su gobierno trabaja activamente para “contribuir al desarrollo humano del país” y diversificar el horizonte laboral del salvadoreño promedio. En los talleres de fútbol “hay más de 8,000 niños”, informa un rotativo, y se avanza rápidamente en la formación de maestros de inglés para el sistema nacional de educación básica.
El protagonista de esta historia se convertiría en un joven ambicioso, y años más tarde en un exitoso empresario radial. Como comentarista en un canal de deportes le tocó narrar las siguientes Copas Mundiales. Daba apresuradas versiones de los comentarios en inglés que enviaba el satélite, versiones en las que no siempre conseguía hacer justicia a las observaciones de los periodistas extranjeros. Apreciaba cada jugada con juicio de conocedor. En silencio lamentaba que su país no formara parte de aquellos campeonatos de gigantes, y que la mayoría de televidentes no entendiera los comentarios en inglés.
La historia y los electores, caprichosos como suelen ser, quisieron que este pujante empresario se convirtiera en presidente de su país. El sueño de transformarlo en tierra de futbolistas de primer orden, en ciudadanos bilingües, estaba ahora al alcance de su empeño.
No tardó mucho en anunciar sus nuevas medidas: impulsaría “políticas innovadoras”, un “ambicioso programa de rescate de la Universidad Nacional” (al cual dio inicio en días recientes con balas de goma y granadas lacrimógenas), un plan nacional de educación que incluyera la enseñanza obligatoria del inglés, “apoyo a la capacitación de maestros en la enseñanza del arte y la cultura” y un programa llamado CampeonES que busca formar deportistas, futbolistas de preferencia, para “estimular el patriotismo y el orgullo nacional”.
“Un país que vale la pena” ha sido uno de los lemas del presidente Saca; en su gestión hemos visto que la apuesta principal es al capital humano. En el rubro exportación tenemos numerosos ejemplos: cientos de contadores, académicos y amas de casa con empleo seguro limpiando oficinas, en los rascacielos de Madison Street, lavando y empacando inmaculadas verduras en las granjas de California, cortando carnes en las prestigiosas carnicerías de Canadá; además de enviar un cuarto contingente de 380 soldados a la guerra de Irak, carne y fuerza humanas con las que Saca paga los favores recibidos por su partido durante el conflicto armado, con tal éxito que sólo unos pocos soldados han muerto.
Su gobierno trabaja activamente para “contribuir al desarrollo humano del país” y diversificar el horizonte laboral del salvadoreño promedio. En los talleres de fútbol “hay más de 8,000 niños”, informa un rotativo, y se avanza rápidamente en la formación de maestros de inglés para el sistema nacional de educación básica.
¿Y los objetivos de cultura y artes? Estas son algunas de las promesas de Saca en su Plan de Gobierno 2004-2009:
- Implementación de un programa nacional para el fomento de la lectura, mediante la estimulación de la misma en los diversos niveles educativos del sistema nacional; la creación de una red de ludotecas y clubes de lectura en Las Casa de La Cultura; y la ampliación de la capacidad de producción de la dirección nacional de publicaciones para continuar dando a conocer a los autores nacionales y las obras clásicas de la literatura mundial.
- Fomento y fortalecimiento del turismo cultural, tanto interno como externo, como un elemento estratégico para el fomento cultural del país.
- Mejoramiento de la infraestructura de sitios arqueológicos y lugares históricos (acordes al plan nacional de ordenamiento y desarrollo territorial).
- Consolidación de la creación de un centro recreativo cultural en el complejo San Jacinto que incluye además la creación del museo nacional de historia en la ex-casa presidencial y museo de arte popular.
- Apoyo a los trabajadores independientes del ramo cultural en su incorporación al sector formal, a fin de proveerles seguridad y estabilidad.
- Apoyo a creación de talleres de artes y oficios que incluyan diferentes disciplinas, tales como: pintura, danza, música, teatro, literatura, historia, escultura, restauración de cerámicas, forjado de hierro, etc.
- Fortalecimiento de la Biblioteca Nacional, la red de bibliotecas públicas y la red de Casas de la Cultura, para continuar abriendo las oportunidades de desarrollo educativo y cultural de las comunidades.
- Apoyo a la capacitación de maestros en la enseñanza del arte y la cultura en el sistema nacional de educación.
- Utilización de los mecanismos de la cooperación internacional para reforzar los intercambios culturales con los países cooperantes, a fin de difundir nuestra cultura en sus países y la de ellos en el nuestro. Asimismo, utilizar estos mecanismos para la recuperación de monumentos, edificios históricos y museos.
- Recuperación y fortalecimiento del Archivo Nacional, de manera que nuestros documentos históricos se encuentren en un solo lugar y sean accesibles para su estudio y análisis.
- Apoyo a la preservación del patrimonio oral y tangible.
- Creación del primer festival de arte y cultura centroamericana para avivar el intercambio y estímulo de la integración región.
- Promoción de participación de artistas e intelectuales salvadoreños en los distintos eventos y certámenes de proyección internacional.
- Coordinación de esfuerzos culturales a nivel Centroamericano, buscando complementariedades para enriquecer nuestra oferta cultural.
Hay cosas que tienen el bemol de la broma, como eso del “apoyo a la preservación del patrimonio oral y tangible” de una sociedad que difícilmente puede aprender con solvencia un segundo idioma, si presume de hablar mal su lengua materna; donde monumentos, ruinas prehispánicas, arquitectura con valor histórico, se están cayendo a pedazos o ceden a la especulación mobiliaria de los centros comerciales que parecen arrancados de un suburbio angelino y sembrados en cualquier terreno recién desbrozado.
Un país de futbolistas bilingües es a todas luces lo que quiere Tony Saca. Quizás nadie le ha dicho aún que hay mejores maneras de cantar victoria por el país: apoyando la capacidad creativa e imaginativa, fomentando el estudio de nuestro pasado, la reflexión intelectual, la expresión artística. No, no es con un grito de “goooool” como se le dará un “sentido humano” a este gobierno.
Punto y aparte, queremos aprovechar para enviar un saludo a toda la afición que nos escucha en estos momentos:
From the land of the brave and the free,
God bless you all!