POESÍA
Otoniel Guevara
SAL, 1967
Isla Juliana
El poeta deambula por su muerte con la impunidad de quien se sabe protegido por una fuerza superior. Se ve desde fuera, caminando por
Isla Juliana
I (Cartagena)
Otoniel busca entre la escarcha pequeños maderos
para prepararse un ataúd
donde quepan él y su rutina, él y su temor,
su hambre y él, su dios y nadie más que su dios solo y solo
Otoniel tiene la mesa revuelta, llena de papeles y estrellas mojadas por las olas
donde las ratas pasean su ventrilocuencia, su exactitud de naufragio.
Entre los golpes del viento
un aliento de mujer vertida en saxo
demanda los despojos de Otoniel,
como si quisiera atraerlo hacia sí, como si de una nota bien ejecutada
dependiera la tibieza del ataúd con que siempre ha soñado.
II (Islas del Rosario)
Tomados de la mano no son menos mortales que una gota de sal.
Los pelícanos flotan sobre las olas. Ellos
flotan sobre la tierra. No es fácil
dedicarse a unos labios coralinos, uno se enreda
como en una ola, uno se escapa y se queda mirando a la muerte
con melancolía.
Otoniel lleva algo en sus dedos antiguos:
No es aquel fusil que le ensució la sangre,
no es el lápiz con que fundara el estropicio del miedo,
no es el moho de las rejas que le pintó la risa…
Es una mano blanca como el pecado
y como el pecado él la toma y le muestra su profunda y palpitante herida.
III (Palenque)
Al amor de un negro renunció
A su virginidad
A su isla de quietud y a sus dominios
sobre sí misma
Otoniel es un fantasma venenoso
A él no pretende renunciar
Y por eso lo maldice
Para Juliana, agradeciendo su flor inolvidable.