Despedida a D.F.W.
Más al Sur
Blog de Alfonso Chacón Rodríguez
Para mí son como efectos paralelos de alegría, la de toparse inesperadamente con un escritor y llegar a la parada en el mismo momento en que aparece el autobús. Asunto de la casualidad. Yo iba buscando al narrador de “American Psycho” y “Less Than Zero”. Porque quería leer a un autor norteamericano que me fuera contemporáneo (lo había hecho sin arrepentimiento con Franzen y sus “Correcciones”, la supuestamente más grande novela americana, otra más, como “Underworld”, o “The Bonfire of the Vanities”). Ahora, por supuesto, yo conocía el efecto Amazon: quienes compraron este libro, también compraron el de Juan. Pero yo tenía, en el fondo de la oreja, el tintineo del nombre. David Foster Wallace. Y ahí estaba, con mi tarjeta al frente, doble filo de plástico: vamos a darle.
Y se vinieron. “Brief Interviews with Hideous Men” y “Oblivion”. B. Easton Ellis quedó luego en la lona. No pasé más allá de 30 páginas en ninguna de sus novelas (de “American Psycho” rescato los consejos para una buena afeitada). D. F. W. (como dicen que le decían) fue más violento. No me soltó del cuello. Y la simple y sencilla alegría de tomar el autobús esperado sin esperar se transformó en un viaje hacia una prosa deslumbrante, hacia un narrador nato capaz de tenerte atado a la página con grilletes de seda. Que alguien sea capaz de clavarte con un cuento sobre ronquidos que no dejan dormir, con uno sobre el estudio de mercado de un pastelillo (cuyas muestras planea quien dirige el estudio llenar de veneno), sobre la capacidad de un veterano del Golfo de cagar obras de arte, en el recuento desde el más allá de un suicidado que se consideró siempre un impostor (¿lo habrá leído, Wallace, a Machado de Assís? improbable, el tono es tan distinto, y sin embargo...), en el asfixiante relato de una paciente bipolar (cargado de pedantes notas psicoanalíticas al pie, de un vaivén igual de exasperante al del relato principal), no sé, conozco pocos con ese talento. Quizás Poe. En fin. Fue Wallace un tipo que supo navegar el mal, lo recóndito de lo humano/oscuro. Sin excusas ni finales justicieros. Que aplicó la fórmula de Chejov, la de que la literatura no puede explicarnos el mundo, solo presentárnoslo tal cual es. Todo envuelto en un lenguaje elaborado, a veces enrevesada y deliciosamente proustiano, a veces artístico como el de Nabokov en su mejor inglés, con un humor negro pero también candorosamente cercano a la chanza perpetua de Rushdie. Lejos, muy lejos, del mal estilo taquigráfico que algunos se empeñan en decir que aprendieron de Hemingway.
Entonces, cuando vino la noticia, la de su suicidio, yo ya lo tenía en mi panteón. Sin haber leído la que dicen es su obra maestra, su novela de primerizo, “Infinite Jest”. Un escritor como esos que aún produce la narrativa yanqui y que los editores yanquis y anglos aún publican e incluso venden bien (yo me imagino, por estos días, a Cortázar aparecerse por alguna editorial en castellano, digamos con “Bestiario”, por no decir “Rayuela”, la patada en el culo que le darían).
Así me vino el shock. Pocas veces me pasa, que me afecte así la muerte de un escritor (algunos lo comparan con Cobain, puede ser: estrellas fugaces que iluminaron poco y demasiado, porque se fundieron en un solo esplendor). Será porque, luego, rumiando, descubrí que ahí estaban las pistas, en sus cuentos-noveletas. La depresión, la mentalidad obsesiva, la angustia. Como alguien que ha caminado por el borde de ese precipicio, sé lo que debe sentirse caer: como el único alivio a mano. Wallace era en sí un libro abierto. Del que no se abrirán nuevas páginas.
De oficios nobilísimos y ocupaciones execrables
Palabra de Cíclope
Blog de Gabriel Otero
http://caleidoscopionocturno.blogspot.com/2009/01/de-oficios-nobilsimos-y-ocupaciones.html
De todo hay en la viña del señor, los que producen y los que no, los que viven día a día con el rosario en la boca por mantener una familia y los políticos profesionales cuyos cuellos apenas traslucen unas gotas de esfuerzo, pero no hay que demeritarlos, el cabildeo también agota, no cualquiera aguanta las sesiones de la asamblea o las reuniones de gabinete, el juego del poder es dulce y extenuante.
Unos ni siquiera pueden dormir del cansancio y la preocupación y los otros tampoco duermen porque se creen presas de intrigas, ven enemigos imaginarios en cada rostro y como buenos oradores practican en sueños el discurso del día siguiente, pero esos sacrificios son para favorecer a la patria, la suya y la del partido, que no necesariamente es la nuestra.
Porque hay de todo en la viña del señor, oficios nobilísimos y ocupaciones execrables, el panadero desgasta sus brazos amasando, se pasa la vida entre horno y harina, la cocinera apurada explaya su talento para que lo deguste el Don de la casa, el bombero vuela para que el incendio no se propague, el buen policía atrapa delincuentes y usted diputado, además de hablar como lo hacemos todos, ¿a qué se dedica?.
¿Y qué opina usted abogado?, que se memorizó el ius de los romanos, los códigos civil, penal y mercantil y las leyes secundarias, que cree que “la moral es un árbol que da moras”, que le da largas a sus clientes sacándoles dinero para soterrar la esperanza.
Escuchemos lo que dice de lejos el soldado mientras practica el exterminio en la franja de Gaza, oigamos a las tropas del ejército salvadoreño en Irak, porque ellos son elocuentes, no hay mejor palabra que la estampada por el plomo.
Que exponga el publicista, el encantador de ilusiones, epíteto heroico ganado a pulso por jugar con la mente sus congéneres, a los que envía mensajes por todos los medios posibles para comprar lo que no se necesita.
Que hablen los jueces y los pastores, los primeros, se ciegan ante lo evidente y siempre liberan a los criminales por falta de pruebas; los segundos, prometen, previa limosna, reinos que no son de este mundo, paraísos a los que llegamos cargando nuestra cruz.
En este viñedo muchas uvas nacen podridas y contaminan a las demás, por lo que habría que cuestionarse ¿por qué habrá de todo en esta viña del señor?