Amanece, entrañable poeta
Mario Noel Rodríguez / SAL
“Bello amigo, atardece…” la más reciente publicación de poemas de Ricardo Lindo por Índole Editores.
Ante un libro de poesía hay dos caminos irrenunciables: el estremecimiento o el rechazo. Hubo libros que por su densidad los dejamos para futuros vuelos, pero hubo otros que desde el primer paladeo quedamos hechizados. Si el poeta Ricardo Lindo me permite, debo confesarle mi estremecimiento por cada página de su libro: Bello amigo, atardece...
El primer acercamiento a la obra de Ricardo fue con su Rara avis in terra, esa rara mezcla de poesía y prosa, tan en boga a finales del siglo XIX, y retomado para bien de la poesía salvadoreña por Alfonso Kijadurías y Rolando Costa, dos imprescindibles. Conocí al poeta a mediados de los setentas y el tema obligado fueron nuestras lecturas de los simbolistas y surrealistas franceses. Su dominio de la lengua francesa lo acercó a conocer de primera mano a los maestros. Quedé helado al escucharlo recitar a Saint-John Perse, Lubicz Milosz, a Verlaine. Me sentía enano escuchándolo hablar. La vida me permitió la amistad del poeta, caminar junto a él en el fragor de la batalla. Y luego vinieron: Jardines y Las monedas bajo la lluvia (bellamente ilustrados por Salvador Choussy), pese a sus tirajes mínimos, libros fundamentales para conocer a este gigante. Pero este su nuevo libro es como beber agua fresca en medio de la ruidazón poética de estos años. La voz de Ricardo Lindo es como la voz de un anciano visionario hablándonos el lenguaje de la interioridad. Este es un libro para hacer un alto, tomar aire, vernos el cuerpo, ver la historia, escuchar la palpitación de la sangre. Hay un canto de antiguos soñadores que resuena hermoso. Viejos danzantes nos hablan con sus cuerpos y nosotros lloramos como niños maravillados por la lluvia.
Indiferente a las vanguardias y a los clasicismos, Ricardo Lindo ha logrado una voz muy personal que lo saca del tumulto de voces. Maduración es la palabra exacta.
En el lanzamiento de este libro, luego de su lectura, mi hijo Pablo me dijo muy suave al oído que quién era más grande, si Hugo Lindo o Ricardo Lindo. Sin pensarlo le contesté que los poetas Lindo son dos altos poetas y es infame compararlos. Cada uno tiene lo suyo. Ricardo jamás podrá escribir Resonancia de Vivaldi, ni Hugo escribir el libro que ahora disfruto inhalando aire fresco de la montaña interior.
Amanece, entrañable poeta, el primer sol de la mañana es para dar la bienvenida a este fruto de la maduración de la vida.